sábado, 21 de mayo de 2011

Educación emocional y competencia comunicativa

En esta entrevista Javier Bahón habla de los beneficios y las claves de la educación emocional: conocerse a uno mismo y quererse, automotivación, optimismo, autonomía, empatía, habilidades sociales y comunicativas... Como dice este artículo, la competencia comunicativa es la asignatura pendiente en la escuela y la que se preveé que a medio plazo será obligatoria, desde primaria a la Universidad. En estos tiempos convulsos, probablemente, la revolución comienza aquí: enseñando el dominio de la palabra hablada.

jueves, 19 de mayo de 2011

El Coyote

Buscando en el baúl de los recuerdos, he encontrado este texto que escribí hace tiempo, en la carrera, y me ha hecho recordar y sonreir.

Mientras memorizaba unos datos para el exámen de mañana, me ha venido a la cabeza un pensamiento. Me he acordado, de repente, de lo alegremente que copiábamos en el colegio. Recuerdo principalmente cómo lo hacíamos en los exámenes de música. Teníamos un profesor medio loco a punto de jubilarse, al que una promoción bautizó con el apodo "El Coyote". Yo que era una adolescente bastante curiosa, siempre me interesaba por la razón de los motes y me imagino que fue Imanol, mi amiguísimo Imanol, el que me contó –o se inventó- que le llamaban así, porque, un día, un viejo alumno le puso una chincheta en el asiento y cuando se sentó, se pinchó el culo y auyó como un coyote. Yo no se cómo aúllan los coyotes, pero en ese momento la explicación sació mi curiosidad. Bueno, total que Don Coyote, cansado de nosotros, de las clases y de la vida, nos hacía aprendernos de memoria la biografía de cinco músicos por trimestre. Así, tal cual, nos daba las fotocopias y a estudiar. Luego, el día del exámen, metía en un saquito cinco papeles con los nombres de los cinco músicos y una mano inocente –el pelota de turno– sacaba uno al azar y todos a vomitar, como locos, datos: fechas, ciudades de Europa, épocas, títulos de canciones... A mi nunca me convenció su "método pedagógico" y, además, en aquella epoca tampoco me interesaba demasiado la vida de esos artistas, ni siquiera sabía apreciar la música que hacían –clásica, por supuesto–. Asi que no tenía ningún reparo en ir a la fotocopistería, y reducir al máximo, –hasta donde la vista permitía, a duras penas, distinguir las letras del texto,– todas esas fotocopias desfasadas. Diez minutos y venticinco pesetas me costaba preparar aquellos exámenes, y su contenido me cabía en la palma de la mano. Llegaba la hora del exámen, no había miedo, nos avalaban años de experiencia en los menesteres del copiar. De hecho, era como si con ese acto desafiáramos al profe, al sistema educativo o a la sociedad, en general. Total, que llegaba el sorteo ¡qué emoción! y tocaba… ¡Chopin! Qué divertido era ver cómo, al igual que yo, la mitad de la clase, iba descartando disimuladamente a Guridi, Beethoven, Bach… hasta llegar a Chopin. El pobre Coyote, cansado de nosotros, de las clases y de la vida, se ponía una venda en los ojos y luego nos regalaba un 10 a todos.

lunes, 16 de mayo de 2011

Garatu 2010-2011

El Departamento de Educación, Universidades e Investigación ha sacado los cursos para la formación del profesorado Garatu 2011-2012. El primer plazo de presentación de solicitudes es hasta el 20 de mayo. Toda la información aquí.

Chistes en el aula

El otro día el Colegio Urkide de Vitoria fue noticia en Antena 3. Los niños y las niñas trabajan la expresión oral a través de los chistes. Con el original método pedagógico que el propio profesor ha creado "Los chistes como herramienta para fomentar la expresión oral" vencen la timidez y se lo pasan pipa. Se puede ver el vídeo aquí.

jueves, 5 de mayo de 2011

El propósito de la educación

A bote pronto, me sobran 498 palabras para expresar el verdadero propósito de la educación: adoctrinar y uniformar. Siempre ha sido así. Luego podemos ser políticamente correctos y adornar con florituras nuestra teoría y nuestra práctica. En este intento, se delega la mayor parte de la responsabilidad en la escuela y en los padres, y solemos olvidar que se necesita a toda la tribu para educar a una sola criatura. No solo las familias y la escuela, también (y a veces sobre todo) los medios de comunicación, la educación no formal, las instituciones (bibliotecas, ayuntamientos, museos, centros sociales), la calle… son agentes educadores y conviene tenerlo en cuenta. No creo en el sistema educativo pero creo en las posibilidades y en las buenas intenciones de cada docente. Mi propósito cuando me pongo frente a mis alumnos cada día, es dar lo mejor de mí. Mostrar lo que soy. Ser un referente adoptando una postura de acompañante y facilitadora en el proceso de aprendizaje. Suscitar interés y entusiasmo por el mundo que les rodea. Que se conozcan y se quieran. Que sepan que son seres únicos e irrepetibles, prescindibles pero insustituibles. Que descubran sus talentos y los exploten. Que sean creativos y que aprecien la belleza. Que aprendan a comunicarse con los otros, a hablar en público y a escuchar. Que sean felices, darles herramientas para que sean capaces de plantearse metas y fluir hacia ellas. Que se diviertan. Que sean críticos y buenas personas. Empoderarles para hacer un mundo mejor (más humano y más bello). Y aunque no digo nada nuevo, maldigo al que inventó el libro de texto para coartar todo el potencial y creatividad que tienen esos pequeños gigantes. En este sentido creo que tenemos mucho que aprender de los sistemas educativos alternativos, como la Pedagogía Waldorf o el Método Montessori.

miércoles, 4 de mayo de 2011

domingo, 1 de mayo de 2011

Desescolarizar la escuela

Mientras sigo pensando cúal es el propósito de la educación, me encuentro joyitas como ésta, escrita por mi querida narradora y payasa Virginia Imaz.


"En cierta ocasión fui a contar cuentos a un colegio. La sesión era para un “público” de ocho y nueve años. Apenas había comenzado el relato cuando vi que una niña levantaba la mano y me preguntaba cuál era el título de la historia. Se lo dije y observé con pasmo que todo mi auditorio se ponía a tomar apuntes. Les pregunté qué era lo que estaban haciendo y me explicaron que la maestra les había puesto una tarea. Tenían que responder a un cuestionario sobre las historias que yo les iba a contar: título, nombre del protagonista o de la protagonista, personajes principales, resumen del argumento y localización, al menos, de media docena de sustantivos, determinando de qué especie eran. La maestra lo había hecho para que escucharan mejor y me prestaran atención, y también, es sólo una hipótesis, movida por el deseo de rentabilizar al máximo, pedagógicamente hablando, aquella actividad sospechosamente informal en horario escolar. Acabé negociando con las criaturas que me escucharan tranquilamente y que luego yo les dictaría todas las respuestas. Vengo de la docencia. Sé que este trabajo está lleno de exigencias y de desafíos, por lo que no es mi costumbre desautorizar al profesorado cuando entro en el aula. Intento trabajar siempre desde la complicidad y sin juzgar, ya que los maestros y las maestras hemos estado y seguimos estando demasiado a menudo en la picota y somos negligentes en tanto no se demuestre lo contrario. Pero aquella vez me costó. ¿Cuándo decidimos que la escuela tenía que ser un lugar de trabajos forzados? ¡Ah, claro…! Es que divertirse lleva tiempo y para poder cumplir el programa se sacrifica lo que haga falta: la propia paz de espíritu, la curiosidad de las criaturas, el cuerpo, la risa, el aprendizaje mismo incluso, si es necesario. A este precio, a mí me gustaría “desescolarizar” la escuela. Y eso que todavía no me ha pasado nunca, como a una colega, que le enviaron a un grupo de escolares en estos términos: ¡Sin recreo…! ¡Os habéis portado tan mal que ahora vais a ir a escuchar cuentos! Yo no me quejo: a veces, incluso, el profesorado se queda a la contada y, a veces, incluso, le gusta tanto que se olvida de preguntar por las coordinadas yuxtapuestas o por los adverbios de lugar. A veces, incluso, se divierte con los cuentos y… ¡no se da cuenta!"

Hitler se entera...