"No hemos de preguntarnos qué necesita saber y conocer el hombre para mantener el orden social establecido, sino qué potencial hay en el hombre y qué puede desarrollarse en él" Rudolf Steiner
sábado, 21 de mayo de 2011
Educación emocional y competencia comunicativa
jueves, 19 de mayo de 2011
El Coyote
Mientras memorizaba unos datos para el exámen de mañana, me ha venido a la cabeza un pensamiento. Me he acordado, de repente, de lo alegremente que copiábamos en el colegio. Recuerdo principalmente cómo lo hacíamos en los exámenes de música. Teníamos un profesor medio loco a punto de jubilarse, al que una promoción bautizó con el apodo "El Coyote". Yo que era una adolescente bastante curiosa, siempre me interesaba por la razón de los motes y me imagino que fue Imanol, mi amiguísimo Imanol, el que me contó –o se inventó- que le llamaban así, porque, un día, un viejo alumno le puso una chincheta en el asiento y cuando se sentó, se pinchó el culo y auyó como un coyote. Yo no se cómo aúllan los coyotes, pero en ese momento la explicación sació mi curiosidad. Bueno, total que Don Coyote, cansado de nosotros, de las clases y de la vida, nos hacía aprendernos de memoria la biografía de cinco músicos por trimestre. Así, tal cual, nos daba las fotocopias y a estudiar. Luego, el día del exámen, metía en un saquito cinco papeles con los nombres de los cinco músicos y una mano inocente –el pelota de turno– sacaba uno al azar y todos a vomitar, como locos, datos: fechas, ciudades de Europa, épocas, títulos de canciones... A mi nunca me convenció su "método pedagógico" y, además, en aquella epoca tampoco me interesaba demasiado la vida de esos artistas, ni siquiera sabía apreciar la música que hacían –clásica, por supuesto–. Asi que no tenía ningún reparo en ir a la fotocopistería, y reducir al máximo, –hasta donde la vista permitía, a duras penas, distinguir las letras del texto,– todas esas fotocopias desfasadas. Diez minutos y venticinco pesetas me costaba preparar aquellos exámenes, y su contenido me cabía en la palma de la mano. Llegaba la hora del exámen, no había miedo, nos avalaban años de experiencia en los menesteres del copiar. De hecho, era como si con ese acto desafiáramos al profe, al sistema educativo o a la sociedad, en general. Total, que llegaba el sorteo ¡qué emoción! y tocaba… ¡Chopin! Qué divertido era ver cómo, al igual que yo, la mitad de la clase, iba descartando disimuladamente a Guridi, Beethoven, Bach… hasta llegar a Chopin. El pobre Coyote, cansado de nosotros, de las clases y de la vida, se ponía una venda en los ojos y luego nos regalaba un 10 a todos.
lunes, 16 de mayo de 2011
Garatu 2010-2011
Chistes en el aula
jueves, 5 de mayo de 2011
El propósito de la educación
A bote pronto, me sobran 498 palabras para expresar el verdadero propósito de la educación: adoctrinar y uniformar. Siempre ha sido así. Luego podemos ser políticamente correctos y adornar con florituras nuestra teoría y nuestra práctica. En este intento, se delega la mayor parte de la responsabilidad en la escuela y en los padres, y solemos olvidar que se necesita a toda la tribu para educar a una sola criatura. No solo las familias y la escuela, también (y a veces sobre todo) los medios de comunicación, la educación no formal, las instituciones (bibliotecas, ayuntamientos, museos, centros sociales), la calle… son agentes educadores y conviene tenerlo en cuenta. No creo en el sistema educativo pero creo en las posibilidades y en las buenas intenciones de cada docente. Mi propósito cuando me pongo frente a mis alumnos cada día, es dar lo mejor de mí. Mostrar lo que soy. Ser un referente adoptando una postura de acompañante y facilitadora en el proceso de aprendizaje. Suscitar interés y entusiasmo por el mundo que les rodea. Que se conozcan y se quieran. Que sepan que son seres únicos e irrepetibles, prescindibles pero insustituibles. Que descubran sus talentos y los exploten. Que sean creativos y que aprecien la belleza. Que aprendan a comunicarse con los otros, a hablar en público y a escuchar. Que sean felices, darles herramientas para que sean capaces de plantearse metas y fluir hacia ellas. Que se diviertan. Que sean críticos y buenas personas. Empoderarles para hacer un mundo mejor (más humano y más bello). Y aunque no digo nada nuevo, maldigo al que inventó el libro de texto para coartar todo el potencial y creatividad que tienen esos pequeños gigantes. En este sentido creo que tenemos mucho que aprender de los sistemas educativos alternativos, como la Pedagogía Waldorf o el Método Montessori.