"No hemos de preguntarnos qué necesita saber y conocer el hombre para mantener el orden social establecido, sino qué potencial hay en el hombre y qué puede desarrollarse en él" Rudolf Steiner
miércoles, 22 de enero de 2014
El niño creativo de Helen Buckelin
Había una vez, un niño pequeño que comenzó a ir a la escuela. Era bastante pequeño y la escuela muy
grande. Cuando descubrió que podía entrar en su aula desde la puerta que daba al exterior, estuvo feliz
y la escuela no le pareció tan grande.
Una mañana, la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño-. Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres,
leones, barcos.
Sacó entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestra dijo:
- ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar
flores.
- ¡Qué bien! -pensó el niño. Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices
violetas, naranjas y azules.
Pero la maestra dijo:
- ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento! - y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un tallo
verde. Ahora -dijo- pueden comenzar.
El niño miró la flor que había hecho la maestra y la comparó con las que él había pintado. Le gustaban
más las suyas, pero no lo dijo. Volteó la hoja y dibujó una flor roja con un tallo verde, tal como la
maestra lo indicara.
Otro día, la maestra dijo:
- Hoy vamos a modelar con plastilina.
- ¡Qué bien! -pensó el niño. Le gustaba la plastilina y podía hacer muchas cosas con ella: víboras,
hombres de nieve, ratones, carros, camiones; y empezó a estirar y a amasar su bola de plastilina.
Pero la maestra dijo:
- ¡Esperen, aún no es tiempo de comenzar! Ahora -dijo- vamos a hacer un plato.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño-. Le gustaba modelar platos y comenzó a hacerlos de todas formas y
tamaños. Entonces la maestra dijo:
- ¡Esperen, yo les enseñaré cómo! - y les mostró cómo hacer un plato hondo-. Ahora ya pueden
empezar.
El niño miró el plato que había modelado la maestra y luego los que él había modelado. Le gustaban
más los suyos, pero no lo dijo. Sólo modeló otra vez la plastilina e hizo un plato hondo, como la maestra
indicara.
Muy pronto, el pequeño aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar, y a hacer cosas
iguales a la maestra. No volvió a hacer nada él sólo.
Pasó el tiempo y, sucedió que, el niño y su familia se mudaron a otra ciudad, donde el pequeño tuvo que
ir a otra escuela. Esta escuela era más grande y no había puertas al exterior a su aula.
El primer día de clase, la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño, y esperó a que la maestra dijera lo que había que hacer; pero ella no
dijo nada. Sólo caminaba por el aula, mirando lo que hacían los niños.
Cuando llegó a su lado, le dijo:
- ¿No quieres hacer un dibujo?
- Sí -contestó el pequeño-, pero, ¿qué hay que hacer?
- Puedes hacer lo que tú quieras - dijo la maestra.
- ¿Con cualquier color?
- ¡Con cualquier color - respondió la maestra-. Si todos hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos
colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cual!
El niño no contestó nada y, bajando la cabeza, dibujó una flor con un tallo verde".
Etiquetas:
arte,
coaching educativo,
creatividad,
diversidad,
escuela,
método pedagógico
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Me ha gustado mucho el relato! :)
ResponderEliminarAntes leía más de este tipo, muchas veces en actividades de los scouts.
Esta bien pararse y reflexionar ;)
Yo no digo nada, pero me parece perfecto para guión... ;)
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